Al final de aquella mañana que fue tan hermosa para mí, me dieron una grata sorpresa: un video en el que adaptaban a audiovisual el relato.
Acá les dejo el relato y el link que lleva al video.
TRAS LA NIEBLA
Nunca le vi nada de especial a la niebla.
Siempre
está ahí, tapando la visibilidad, pero no es más que una fina y fría tela.
Mi opinión cambió cuando por fin estuve cara a cara con lo que se esconde tras su velo.
Estaba un poco harto de la rutina y quería escapar. Manejé hasta Punta Loyola y estacioné cerca de las ruinas del barco Marjorie Glen. Desde ahí, veía el mar embravecido, la espumosa marea y escuchaba el silbido del viento. Esa paz era lo que buscaba.
Lejos, sobre la alfombra celeste del mar, se veía un banco de niebla, expectante e inmóvil.
Me dormí unos minutos y cuando desperté, la niebla me había cubierto totalmente.
Me bajé del auto para sentir su casi imperceptible contacto y choqué contra algo que parecía ser una pared. Pero eso era algo imposible.
Cuando la niebla comenzaba a disiparse, escuché voces, autos, ladridos, sonidos de cosas moverse, martillazos, risas, pelotas rebotando y pasos.
Cuando la niebla se esfumó, había ante mí un pueblo en pleno día laboral, con sus habitantes yendo y viniendo.
Esa noche, la niebla volvió para llevarse el pueblo y me llevó a mí también.
Cada año, el pueblo reaparece y con él, reaparezco yo; vive un día y tras la niebla vuelve a desaparecer.
Nunca pregunté la razón y aunque tengo la chance de huir, no quiero porque ahora yo soy un secreto más escondido tras el velo de la niebla.
Mi opinión cambió cuando por fin estuve cara a cara con lo que se esconde tras su velo.
Estaba un poco harto de la rutina y quería escapar. Manejé hasta Punta Loyola y estacioné cerca de las ruinas del barco Marjorie Glen. Desde ahí, veía el mar embravecido, la espumosa marea y escuchaba el silbido del viento. Esa paz era lo que buscaba.
Lejos, sobre la alfombra celeste del mar, se veía un banco de niebla, expectante e inmóvil.
Me dormí unos minutos y cuando desperté, la niebla me había cubierto totalmente.
Me bajé del auto para sentir su casi imperceptible contacto y choqué contra algo que parecía ser una pared. Pero eso era algo imposible.
Cuando la niebla comenzaba a disiparse, escuché voces, autos, ladridos, sonidos de cosas moverse, martillazos, risas, pelotas rebotando y pasos.
Cuando la niebla se esfumó, había ante mí un pueblo en pleno día laboral, con sus habitantes yendo y viniendo.
Esa noche, la niebla volvió para llevarse el pueblo y me llevó a mí también.
Cada año, el pueblo reaparece y con él, reaparezco yo; vive un día y tras la niebla vuelve a desaparecer.
Nunca pregunté la razón y aunque tengo la chance de huir, no quiero porque ahora yo soy un secreto más escondido tras el velo de la niebla.
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